No lo entendió hasta que no regaló sus sueños a su almohada.
En ese momento aquella apatía cobró sentido.
Entendió cuánto mal puede hacer el bien. Entendió que no hay nada peor que disfrutar y volver a la monotonía, que llegar a la cima para volver a bajar.
Entendió cuánto necesitaba las caricias, cuánto los abrazos, cuánto ese calor... Entendió aquellas confesiones a media luz, entendió las lágrimas recorriendo la comisura de sus labios sonrientes.
Sin embargo, siempre queda algo. Siempre...
Jamás entenderá cómo llegó a ese punto...
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